Filosofía de la Historia


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fe fílosofta

de la historia hegel

Primera edición, Segunda edición,

1970 1971

1970. Copyright by E D I C I O N E S ZEUS Conde de Borrell, 164 Barcelona (España) Graneas Sirvensae Avda. José Antonio, 754 - Barcelona Depósito Legal: B. - 2.839 - 71 Printed in Spain

El extemo y documentado PREÁMBULO con que D. JosÉ MARÍA QUINTANA da paso a su magnifica traducción de la obra LECCIONES DE F1 LOSOF1A DE LA HISTORIA. de HEGEL, nos exime de comentario r,wpecto a la obra, si bien queremos justificar la raz6n por la cual ha sido lm·luida en la colección PODIUM, cuyo lema es OBRAS SIGNIFICA­

TIVAS

El intento de dar un sentido filos6fico al desarrollo hist6rico no es 1111rvo. San Agustín, Bossuet, Vico, Kant y Herder entre otros anteriores y los actuales Spranger, Toynbee y Sorokin son cumplidos ejemplos. HE­ UEL destaca entre ellos por su acusada personalidad. En la FILOSOF1A DE LA HISTORIA queda plasmado totalmente su sistema filos6fico, vi­ niendo de la región de lo abstracto a vestirse con un ropaje concreto y humano y es, por tanto, la mejor vía para penetrar en su estudio. Ahora h/l'n, si la importancia de un sistemá se debe juzgar por la amplitud del horizonte metódicamente explorado y por la profundidad de la resonancia en rl propio tiempo, la filoso/la de HEGEL es significativa en el siglo XIX. Pero lntlrpendientemente de su desarrollo, para y contrahegeliano, que se ha .msdtado en la historia especifica y técnica de la filosofía, para darse rnt'trla de su significación en nuestro siglo. basta pensar en el hecho de q1Je se han apoyado en ella para obtener una justificacián l6gica y cultural las nuevas ideologías políticas tales como el constitucionalismo comerva­ dor, el liberalismo, el socialismo marxista y el nacionalismo de manera que se puede afirmar que el siglo de HEGEL está lejos todavía de haber ,,aparecido.

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Esta sola consideración sería suficiente a nuestro propósito si no con­ táramos además y a mayor abundamiento, que la FILOSOFÍA D E LA H I S T O R I A es un ejemplo claro de cómo un sistema puede configurar unas realidades con la imposición de unos esquemas, de un patrón, a unos hechos que de otro modo parecerían incontrovertibles. Y que ésta es, actualmente', la técnica de la información, parece estar fuera de toda duda.



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LA PERSONALIDAD Y LA OBRA DE HEGEL Si se nos pidiera nombrar }os siete u ocho filósofos más ilustres y profun­ dos que se han dado en el mundo, uno de ellos habría de ser necesariamente HEGEL. Es una de esas mentes geniales que se han dado a la especulación de ut1 modo tan original como penetrante, abriendo nuevas vías al pensa­ mhlnto humano; es un autor clásico cuyas obras constituyen un objeto perenne de meditación y cuya influencia se deja sentir muy viva en nuestros mismos ,Llns, por ejemplo en el marxismo. JORGE GUILLERMO FEDERICO HEGEL nació en Stuttgart, en 1770. Durante G'lwtro años, a partir de 1788, estudia filosofía y teología en el Seminario efe Tubinga, donde traba amistad con Schelling y con el poeta Holder/in. ,t,bandona la carrera de pastor protestante para dedicarse a la enseñanza "' mo profesor particular, durante cuatro años en Berna y durante tres en l ,:unkfurt. En 1801 se doctora en lena y en esta época aparece su primer fiS.�T!ito: Sobre las diferencias que hay entre el sistema de Fichte y el de Schelling. Junto con este último filósofo funda y publica el Diario crítico Uo F.ilosofía, en el que aparecen importantes artículos suyos. En 1805 es n0mbrado profesor extraordinario, pero, a causa de la guerra, ha de mar­ rhur a Bamberg, donde trabaja un año como. redactor de periódico. Es en tste momento que aparece la primera de sus grandes obras: La fenomenología Ucl ospíritu (1807). Al año siguiente es nombrado director del Gimnasio de '/fl.llPllm/Jerg, donde permanece durante ocho años y publica su segunda obra /}1,1nortante: Ciencia de la lógica. En 1816 es llamado a ocupar una cátedra ,.,, la Universidad de Heidelberg,· con la publicación de su Es�ozo de una

enciclopedia de las ciencias filosóficas da cima a su plan de editar manuales de sus lecciones universitarias. HEGEL es ya una figura importante, y por eso en 1818 es llamado a Berlín para ocupar la cátedra que, por su muerte, había dejado vacante Fichte. Este período (1818-1831) es el que marca la cumbre de la labor filosófica de H E G E L y del influjo que ejerció. Se vio rodeado de una multitud de valio­ sos discípulos. En 1821 publicó la Filosofía del derecho. Editó por tercera vez la Enciclopedia y reelaboró la Lógica. Cuando preparaba una segunda edición de la Fenomenología y un escrito sobre las pruebas de la existencia de Dios, murió inopinadamente del cólera, en 1831. El cementerio donde reposan sus restos, junto con los de Fichte y muchos alemanes ilustres, se halla actualmente en Berlín Oriental.

LA FILOSOFÍA D E H E G E L

EL

IDEALISMO ALEMÁN

Después de la muerte de Kant, aparece la corriente filosófica que se ha llamado justamente el idealismo alemán, representada por tres grandes figuras escalonadas: Fichte, Schelling y Hegel. Esta corriente nace direc­ tamente de la crítica kantiana del conocimiento humano, y, pese a la supuesta actitud antimetafísica del maestro, se hace ahora una metafísica pura, vibrante y de altos vuelos como acaso no se había hecho nunca con tal audacia e intensidad. No en vano es ésta la época del Romanticismo, cuyo entusiasmo prende también, por lo que se ve, en la especulación filosófica, que no se detendrá ante las tesis más arriesgadas. El idealismo consiste en reducir toda la realidad existente a lo puramente espiritual, que ostenta no solo la primacía de todo lo real, sino también su raíz última. En esto vienen a coincidir nuestros tres filósofos, si bien cada uno de ellos lo entiende de una manera bien distinta. Sus respectivos sistemas, del modo más esquemático, podrían expresarse como sigue. Para FICHTE, la única realidad existente es el Yo (o espíritu pensante), el cual, para el despliegue de sus necesidades (más bien de tipo ético), "pone" el No-yo o realidad natural externa que, al ser antitética a la realidad interna del Yo, desencadena un proceso dialéctico que constituye el devenir de todo cuanto

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existe. A este idealismo de Fichte se lo ha llamado subjetivo porque se basa en el Yo, y en esto se distingue esencialmente del de ScHELLING, que es un idealismo objetivo. Pues Schelling no pone como realidad primera el sujeto pensante sino la naturalezq objetiva, es decir, el conjunto de la realidad existente. Pero ésta es vista, toda ella, como siendo e$píritu, $i bien dicho espiritu se halla escalonado · en varios grados progresivos de espiritualidad que, en forma ascendiente, comprenden los seres inorgánicos, l(l materia vivg, la vida animal y la racional, todo lo cual se halla sometido a un proceso evolutivo de perfeccionamiento cuya meta y cima es el espíritu consciente. Esta especie de divinización de la naturaleza es de cuño típicamente román­ tico. Además de este sistema, Schelling ha creado otros tres que son igual­ mente idealistas. Luego vino HEGEL, con su peculiar visión de estos mismos temas. Su �·istema constituye el llamado idealismo abs�luto. Todo el idealismo alemán partió de Kant, y, más precisamente, de la difi­ cultad en que éste se vio de entender de un modo satisfactorio el problema del conocimiento humano. Se trata de que el sujeto capte adecuadamente el objeto del conocimiento. Pero Kant plantea este problema partiendo -en virtud de las influencias racionalistas y empiristas bajo las que se mueve­ de una escisión entre el "pensar" y el "ser". Contando con un tal presupuesto se hace imposible explicar la realidad del conocimiento objetivo humano, pues no hay forma de volver a ganar ya la unidad sujeto-objeto en que el conocimiento consiste. En consecuencia, Kant declara incognoscible el noú­ meno (es decir los objetos metafísicos), afirmando que el sujeto pone las cm1dicivnes "objetivas" del conocimiento. Como se ve, esto es ya el principio d_11I idealismo: las cosas conocidas lo son en virtud de mi espíritu pensante; nada puede justificarme su existencia objetiva. Kant, con todo, no fue tan 1· ,¡os; el sacar esta consecuencia debía ser obra de su discípulo Fichte, quien ,l,:c:laraba haber "comprendido a Kant mejor que Kant mismo". Es fácil entender por dónde anda el problema, que es, exclusivamente, un l/�olilema epistemológico, de metafísica del conocimiento. Si explicar el ,., ,wcimiento humano equivale a explicar la unidad sujeto-objeto, ¿cómo 1 usi�rlo ahora, una vez que dicha unidad había sido rota? Kant cree que no lw modo de salvar este escollo y declara el objeto inasequible (agnosticis­ ;;m. Pero sus seguidores juzgan que esto no puede ni debe quedar así, y las 1_,.,t,11eiones aportadas al problema, en este intento desesperado de afirmar la 1mWa'd sujeto-objeto, no podían ser otras que las tres siguientes (basadas en fa su, piresión de uno de los dos términos oponentes, lo cual es un modo de puJ·ur del dualismo a la unidad). l.ª) Se prescinde del objeto, que se reduce

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al sujeto y es puesto en éste: no existe más que el Yo ("subjetivismo" de Fichte). 2.ª) Se prescinde del sujeto, por cuanto lo. Naturaleza entera (el conjunto de todos los objetos) no es más que un espíritu o sujeto pensante ("objetivismo" de Schelling). 3.ª) No hay por qué oponer sujeto y objeto ni tratar de reducir lo uno a lo otro, pues, de hecho, lo que llamamos "pensar" y ..ser" son una y la misma cosa: la realidad existente no es otra que la del pensamiento. Y, por lo mismo, si el espirilu · pensante es lo único que existe, "todo lo racional es real, y todo lo real es racional". Tal es la tesis de HEGEL.

EL SISTEMA FILOSÓFICO DE HEGEL

Según Kant, el pensamiento pone el objeto (no lo refleja o acoge, como afirma la filosofía tradicional); y si este objeto es objetivo o real, forzosa­ mente el pensamiento es el objeto mismo. Tal es la conclusión que saca HEGEL. Pues si el espíritu no puede conocer nada que esté fuera de sí mismo (lo cual es evidente de por si), hay que concluir que todo es espíritu, pensa­ miento. Veamos las palabras clarísimas con que HEGEL expone esta doctrina Suya en sus Lecciones de filosofía de la historia, al hablar de la Jlustraci6n francesa: "Se da en sí la unidad del pensamiento con lo otro, pues la raz6n es el fundamento substancial tanto de la conciencia como de lo externo y natural. Lo que se halla frente al yo, pues, no es ya algo situado más allá de él, no es de otra naturaleza substanciar'; "el espíritu conoce que la natu­ raleza y el mundo deben también tener una raz6n en ellos, pues Dios los ha creado racionales". Para HEGEL, pues, no existe más que una cosa: la Raz6n, el Espíritu, la Idea. No se trata de una razón subjetiva (la humana, por ejemplo), sino de una Razón unfrersal que es lo Absoluto. El pensar humano se halla inmerso en esle pensar c6smico, que es el todo existente en la realidad. Puede verse aquí tanto un panteísmo como un ateísmo; y, desde luego, un idealismo "absoluto". Todos los sistemas del idealismo alemán tienen un carácter dinámico: hablan del espíritu como poseyendo un movimiento interno, que es dialéc­ tico, creador y progresivo. Con lo cual dichos sistemas nos ofrecen otros tantos procesos evolutivos que explican el desarrollo creativo que ha dado lugar a la formaci6n del universo. En el sistema de HEoEL este carácter se hace parlicularmenle esencial. El Espíritu del mundo (como auténtico "inte­ llectus archetypus") crea las cosas al pensarlas (pues, no lo olvidemos, las

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cosas no son sino pensamiento, ideas de la Idea). Pero esto no sucede de una sola vez, sino que, por el contrario, constituye un proceso constante y de creciente desarrollo (una Entwick.lung, como dice HEGEL). Con lo cual dicho autor afirma un verdadero evolucionismo cósmico, de carácter lógico, por supuesto. La base del mismo está en que el Espíritu absoluto (o Idea) realiz,a una progresiva autoexteriorización que le permite alcanzar, cada vez, un mayor grado de autoconciencia (Selbstbewusstsein); es en el hombre que esta conciencia de sí al.:anza el grado máximo. Pero hay que hacer notar que la marcha ascendiente de este proceso pen­ sante no se realiza de un modo harmónico sino, por el contrario, gracias a oposiciones y antítesis que han de ser superadas. Esta superación (Aufhebung, Versohnung) de la antítesis (Gegensatz, Widerspruch) es lo que hace avanzar el proceso. Tal es, en esencia, el método dialéctico propugnado por HEGEL (aunque había sido ideado por Fichte y utilizado también por Schellíng), y que constituyé el alma de todo su sistema. Puede esquematizarse en los tres momentos de la "tesis", la "antítesis" y la "síntesis", del ·modo siguiente: todo concepto (tesis), a causa de su imperfección, suscita un concepto que le es opuesto (antítesis); la superación de esta antítesis debe rea/izarse me­ diante un tercer concepto (síntesis), el cual, por ser a su vez 'imperfecto, suscitará una nueva antítesis que también deberá se� superada, y así sigue indefinidamente el proceso (Gang). No nos es posible ponderar aquí lo genial de este recurso que supo encontrar HEGEL en ese método dialéctico. A él le sirvió para construir un sistema filosófico que es el más extenso y colosal de todos los que ha habido, y del que vamos a dar una visión esquemática. Se trata de que la realidad originaria, la Idea (Idee), se va desplegando, de un modo dialéctico y triádico, 011 varios estadios sucesivos que constituyen las formas jerarquizadas (cada vez más valiosas) en las que se nos ofrece toda la realidad existente. La Idea (tesis) engendra como antítesis la naturaleza, que viene a ser como 1111a alienación o exteriorización de la Razón pensante; como síntesis de ambas, surge el espíritu. Éste, a su vez, se desplegará según tres grados, que son los siguientes: 1.0) El espíritu "subjetivo", que da lugar también a {rt:s estadios: lo vital y anímico, lo sentimental y consciente y, por último, I, s fenómenos intelectuales, volitivos y morales. 2.0) El espíritu "objetivo", 1_;uo,as tres fases correspondientes son el derecho, la moralidad subjetiva y la ül'ijetiva. 3.0) El espíritu "absoluto", que da lugar a estas tres manifestacio­ m1¡,,: arte, religión y filosofía, cada una de las cuales comprende su respec11, a tríada. Pues se dio primero el arte oriental, luego el arte griego y, final­ , rente, el arte cristiano. Las tres etapas de la religión son: la religión natural

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(que es la oriental), la religión individual-espiritual (la judia, la griega y la romana) y la religión absoluta (el cristianismo). En el desarrollo histórico de la filosofía menciona también HEGEL los distintos sistemas y coloca el suyo propio como cima, coronación y síntesis de todos ellos. Más que el armazón de su sistema, lo que interesa de HEGEL, y lo que mayor influencia ha ejercido, es el conjunto de ideas de detalle que, con ocasión de aquel, ha desarrollado en torno a las instituciones culturales y sociales que funcionan en la Humanidad. Merece destacarse su idea sobre el Estado. La "moralidad objetiva" comprende sus tres consabidos momentos que son la familia, la sociedad y el Estado. Sólo con este pequeño esquema, y teniendo en cuenta el sentido evolucionista de la dialéctica hegeliana, vemos ya que el Estado se halla por encima de la sociedad, de la familia y, por supuesto, del individuo. H E G E L ha sentado las bases filosóficas del "estatismo" más absoluto y furibundo. El Estado es la realización de la idea moral; es la más excelente de las realidades prácticas que hay en el mundo y, en consecuencia, hay que subordinarlo y sacrificarlo todo o sus fines. Esta doctrina queda expresada de un modo bien preciso también en las Lecciones de filosofía de la historia, donde se dice que "el supremo deber de los individuos es el subordinar a las leyes sus voluntades particulares [...] la convicción debe ser, además, la de que no hay nada más excelso ni más sagrado que el modo de sentir y querer del Estado"; "aun cuando religión y Estado sean distintos según el contenido, son no obstante, en su raíz, una misma cosa", pues "el Estado es la Idea divina tal como se da en la tierra"; se comprende, así, que "todo valor y toda realidad espiritual que el hombre tiene la posee únicamente gracias al Estado". Sería interesante seguir a HEGEL en otras de sus teorías, pero no es posible. Diremos tan solo que, para él, el valor supremo no lo constituye la religión, sino la filosofía. Pues no se mira aquí la religión como una relación personal del hombre con Dios, sino como una fase más de la evolución de la Idea en su labor de hacerse consciente. Y no es en la religión donde lo logra en el más alto grado, sino en la filosofía, que es la fase siguiente y última. Pues es en la filosofía que la Idea "se piensa a sí misma", con lo cual se viene a dar cima y a cerrar el sistema. ,.

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LA FILOSOF:tA DE LA HISTORIA EN HEGEL Es obligado que dediquemos ahora un poco de atención a una de las doctrinas más celebradas de HEGEL: su filosofía de la historia. En este cam­ po, nuestro autor es un clásico y una figura de primera magnitud. Sus teorías a este respecto son de una importancia enorme, a la vez que están dotadas de una sugestión intrínseca nada común, lo cual ha hecho decir a Theodor Litt que conservan para la persona todo su interés incluso en aquella edad de ésta en que el sistema de HEGEL, en su conjunto, deja ya de ocupar su atención. Nos será fácil captar la visión filosófica de la historia elaborada por HEGEL si tenemos en cuenta todo lo que hemos estado exponiendo, es decir, si la consideramos dentro del sistema total de dicho autor, una de cuyas piezas fundamentales es. De no hacerlo así, las afirmaciones de HEGEL ha­ brían de parecer inusitadas y absurdas. Mejor dicho: no se en.tendería un ápice de lo que expone en su libro. Hemos visto que el proceso de "evolución racional" se extiende a toda la ,:ealidad del ¡miverso. Por lo mismo; se extiende también a la realidad his­ tórica; es decir, el proceso de la historia no es más que una parte --concreta­ dq, a la realidad de la existencia humana considerada a lo largo del tiempo-­ cid proceso universal, en el que se engloba y de cuyo sentido y dinamismo garticipa. En otras palabras: la Idea es la que promueve y guía el desarrollo lrí'stórico, pues con éste consigue ella alcanzar una conciencia de sí que es mayor cada vez, que se muestra más perfecta y más clara en cada época ht�tórica; pues sabido es que esta Idea es la realidad histórica misma. Sólo QUe aquí la conciencia (Bewusstsein) no tiene sólo un matiz cognoscitivo sino lambién práctico, pues se identifica con la libertad: hacerse la Idea cada vez mlis consciente· en el mundo significa que, en los pueblos históricos, surja �·aaa vez más pujante y real el concepto de libertad. Veamos cómo nos lo dice ll!EGEL al final de su libro: "La historia universal no es sino el despliegue de h, c;onciencia de libertad", "el interés de la filosofía estriba en conocer el 'flTJ0ceso de evolución de la Idea que se realiza, es decir, de la Idea de liber­ tad, que existe sólo como conciencia de libertad". Una simple ojeada a la historia nos basta para apercibirnos de que, en ,·Zeclo, en el transcurso de los tiempos la Humanidad ha ido adquiriendo r;ou

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